El Día de Pentecostés

Por Estuardo Solares

Dios no es un ser distante; se revela con poder y propósito. Ya sea en el fuego del Sinaí o las lenguas de Pentecostés, su presencia transforma, santifica y envía. Hoy, sigue manifestándose a través de su Espíritu en aquellos que lo buscan con fe.

El Poder Transformador del Pentecostés: Una Llama que Perdura

En el corazón del cristianismo yace un evento que marcó un antes y un después: el día de Pentecostés. Este suceso, narrado en Hechos 2, no fue solo una manifestación sobrenatural, sino el cumplimiento de promesas divinas y el nacimiento de la Iglesia.

1. Un Evento Profético y Estratégico

Pentecostés, originalmente una fiesta judía de la cosecha, se convirtió en el día escogido por Dios para derramar su Espíritu Santo. Jesús había instruido a sus discípulos: “Quedaos en Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). La llegada del Espíritu —con señales visibles como un viento recio y lenguas de fuego— ocurrió en un momento clave: Jerusalén estaba repleta de peregrinos de diversas naciones, permitiendo que el mensaje del Evangelio se expandiera con poder y en múltiples idiomas.

2. El Propósito Primario: Poder para Testificar

La llenura del Espíritu Santo no fue solo para experiencias personales, sino para capacitar a la Iglesia como testigos de Cristo. Como Pedro y Juan oraron en Hechos 4:29, el Espíritu les dio denuedo para predicar a pesar de las persecuciones. Hoy, ese mismo poder nos impulsa a compartir el Evangelio, ya sea en una cafetería, una cárcel o una reunión familiar. “Recibiréis poder… y me seréis testigos” (Hechos 1:8).

3. Señales que Invitan al Asombro

La manifestación del Espíritu en Pentecostés fue inconfundible: lenguas, fuego y milagros. Pero más allá de lo espectacular, el texto recalca que los espectadores quedaron “asombrados y perplejos”. ¿Cuándo fue la última vez que nos maravillamos ante la obra de Dios? La rutina espiritual apaga el fuego; la fe genuina se alimenta del asombro por su gracia y poder.

4. Unidad y Transformación

El Espíritu Santo no solo ungió a individuos, sino que creó un pueblo unido. Efesios 4:3 destaca la unidad como fruto del Espíritu. Además, transformó a discípulos temerosos en valientes predicadores, demostrando que la santidad y la misión van de la mano.

¿Vivimos en Pentecostés?

Pentecostés no es solo un recuerdo histórico; es una realidad presente. El Espíritu que descendió aquel día sigue llenando, guiando y empoderando a la Iglesia hoy. ¿Estamos listos para ser sus instrumentos? Como dijo el predicador: “El Espíritu no vino para que nos sintamos bien, sino para que hablemos de Jesús”.

¡Que el fuego de Pentecostés arda en nosotros! 🔥

¿Necesitas un nuevo derramamiento? Ora hoy: “Señor, lléname de tu Espíritu para predicar con denuedo y vivir en tu poder”.

Deseas conocer a Jesús

Aceptar que Jesús es el único camino hacia el Padre, es la respuesta a todo dolor o sufrimiento, él puede transformarte en una nueva criatura y hacerte útil para su obra y que todos tus actos sean guiados por el Espíritu Santo para su gloria.

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