La Fe Nuestro Buen Testimonio y Conexión con la Gracia
Por Josué Muñoz
La fe. Partiendo de la convicción de que el Espíritu Santo estaba obrando de manera especial, desarrolló un sermón práctico y confrontativo que explora lo que la fe genuina produce en nosotros, cuáles son sus mayores enemigos y cómo podemos librar la batalla diaria de confiar en Dios contra toda circunstancia.
- La Fe Nos Da Buen Testimonio: Citando Hebreos 11:1-2, se destacó que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Este “buen testimonio” no se refiere primariamente a la opinión de los demás, sino al testimonio que Dios tiene de nosotros. Es una realidad interna, imposible de fingir, que agrada profundamente al Señor y provoca que el cielo nos honre.
- La Fe Nos Lleva a la Gracia: Basándose en Efesios 2:8, se recordó que la salvación es un regalo de Dios por su gracia (favor inmerecido), pero que se accede a ella únicamente por medio de la fe. La fe es el canal que nos conecta con el favor inmerecido de Dios. Alejarse de la fe es, por tanto, alejarse gradualmente de la gracia que sustenta nuestras vidas.
- La Fe Nos Hace Agradables a Dios: El punto culminante se encuentra en Hebreos 11:6: “Sin fe es imposible agradar a Dios”. Se enfatizó que se puede tener una conducta impecable y luchar contra el pecado, pero sin fe, todo ese esfuerzo carece de valor delante de Dios. La fe es el elemento que transforma nuestras acciones buenas en un aroma agradable para Él, provocando que quiera cumplir nuestros sueños y peticiones.
Los Enemigos de la Fe y Cómo Atacarlos:
- La Duda (Santiago 1:6-7): Nos hace inestables e incapaces de recibir de Dios. Se ataca creyendo con todo el corazón y confesando la Palabra de Dios por encima de la lógica humana.
- El Temor (Juan 14:27): Turba nuestro corazón y nos paraliza. Se vence poniéndonos en las manos de Dios y lanzándonos a actuar conforme a Sus promesas.
- La Soberbia (Santiago 4:6): Hace que Dios se oponga a nosotros. Solo se derrota mediante la humildad, pidiendo perdón y sometiéndonos a Su voluntad.
Pedro (Mateo 14:30-31), quien dudó al caminar sobre el agua pero tuvo la fe para salir de la barca, y la mujer cananea (Mateo 15:28), cuya fe persistente y humilde le concedió el milagro que anhelaba para su hija.
La fe no es un concepto pasivo, sino una batalla activa contra nuestra naturaleza de duda y temor. Como se exhortó desde 1 Timoteo 6:11-12, estamos llamados a “pelear la buena batalla de la fe”. Esto significa creerle a Dios y esperar en Él, pero también implica hacer todo lo que nos corresponde hacer mientras confiamos en que Él obrará en Su tiempo perfecto. La historia de los pastores fundadores de Sublime Gracia, quienes iniciaron con nada más que fe, sirve como testimonio vivo de que Dios honra a quienes, aunque puedan sentirse torpes en el proceso, deciden confiar plenamente en Él. La invitación es a desarrollar una fe que agrade a Dios, que se aferre a Su gracia y que deje un testimonio imborrable en los cielos.