Esta es la continuación de la predicación de Arrepentimiento y Perdón. La preparación debería incluir lo mismo que se hace para la otra predicación.
Oración y ayuno. Prepara la predicación con anticipación y repásala por lo menos tres veces antes de darla.
Considero que una opción podría ser unir esta predicación con la de “Libre de pasado” y hacer solo una ministración. Se deja a discreción del coordinador.
Objetivo
El objetivo es que todos los hombres sepan que al ser perdonados, la culpa debe desaparecer, y que son realmente libres de toda condenación de parte de Dios.
Que no arrastren la culpa que los atormenta.
Versículos
Lucas 15:11-32
Juan 3:16-17
Hebreos 9:14
Proceso de Ministración
Lo más importante es que todos estén bien convencidos de que Dios no los acusa de su pasado; es más, ya lo olvidó.
El único que acusa es el diablo, y que ellos tienen toda la autoridad de callarlo cuando les quiera recordar su pasado.
Claro que hay que hacer énfasis en que hay pecados que, aunque sean perdonados, dejan consecuencias que se tienen que llevar por más tiempo o por toda la vida. Por ejemplo: si de tener relaciones antes del matrimonio nació un hijo, Dios te perdona por lo que hiciste, pero no significa que ahora te vayas a olvidar de ese hijo. Lo tienes que cuidar y amar, como Dios lo hace contigo.
Estar atentos al Espíritu Santo para que nos guíe y poder ministrar las áreas necesarias.
Libre de culpa
Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, el Señor realmente los olvida y nos perdona. Pero tiene que haber un arrepentimiento genuino en nuestro corazón. Es importante recalcar la diferencia entre arrepentimiento y remordimiento. El remordimiento es un sentimiento que nos agobia y nos quita la paz, pero en el fondo no estamos convencidos de que lo que hicimos fue del todo malo. Por ejemplo, alguien que es alcohólico se gasta más del dinero que tiene en beber, y cuando está sobrio se da cuenta de lo que hizo y un sentimiento de remordimiento lo atormenta. Con el paso del tiempo se le olvida y lo vuelve a hacer. Pero si estuviera realmente arrepentido, buscaría ayuda y no lo volvería a hacer, ya que estar arrepentido es dar un giro de 180 grados en nuestras acciones.
Pues bien, ahora se suma la culpa. ¿Qué pasaría si esa persona alcohólica se hubiera gastado el dinero para llevar a su hijo al doctor? Y como no tenía dinero para hacerlo, su hijo se enferma y queda con algún problema crónico. Es posible que esta persona conozca al Señor, se arrepienta, sea perdonado y trate de vivir siguiendo al Señor. Pero cada vez que ve a su hijo, un pensamiento lo atormenta y le echa en cara que por su culpa su hijo está así. Que se gastó todo el dinero y no lo cuidó. Con el tiempo es probable que esta persona no se sienta perdonada por Dios y cargue con la culpa de sus errores.
Aquí están las buenas noticias: Dios no solo te perdona, sino que te quita la culpa de tu pasado. Un ejemplo es la mujer adúltera: Juan 8:1-11
La mujer fue hallada en pleno acto; según la ley merecía morir, pero Jesús pide que sea el que esté libre de pecado el que tire la primera piedra. Como ninguno lo era, se fueron todos. El único que podía tirar la primera piedra era Jesús, pero no lo hizo; la perdonó. Claramente le dice que no la condena, le quita toda culpa y la deja ir en paz. Si nos ponemos en el lugar de esa mujer, ¡qué duro hubiera sido para ella seguir viva y ser señalada por todos por su forma de vida! Jesús le muestra que todos son pecadores, pues nadie pudo lanzar la primera piedra. Si ninguno la condenó por lo que hizo, y Jesús tampoco, ¿valdría la pena que ella siguiera cargando con esa culpa? Ella fue totalmente libre en ese momento y, como dice la Biblia, somos hechos odres nuevos. Jesús nos hace nuevos, limpios.
Jesús sufrió para que nosotros seamos libres, y eso incluye libres de culpa. Él no pagó un precio a medias para que de vez en cuando nos recuerde lo que hicimos. Jesús pagó el precio completo por nuestra libertad.
Otro ejemplo es la parábola del hijo pródigo:Lucas 15:11-32
Cuando el hijo se arrepiente y vuelve en busca del padre, este no le reprocha que haya gastado todo lo que a él le costó tanto ganar, no le dice que era un mal hijo por abandonarlo, no le reclama la vida perdida que llevó. El padre sabía muy bien lo que el hijo iba a hacer y, al igual que nuestro Padre Celestial, nos da libre albedrío para que tomemos la decisión que creamos correcta. Cuando el hijo pródigo regresa, el padre está feliz de verlo; nos muestra que en su corazón estaba el anhelo de que algún día regresara. El padre hace que lo atiendan como a un hijo y no como a un jornalero, que era lo que el hijo creía que merecía ser por haber pecado. Pide que lo vistan y, al igual que nuestro Padre Celestial, tiene cuidado de los detalles mínimos: le pone un anillo en la mano. De la misma forma, Dios tiene cuidado de cada detalle de nuestras vidas cuando nos arrepentimos y lo buscamos. El padre hace una gran fiesta por el regreso del hijo, celebra que haya vuelto, pues lo consideraba perdido; de la misma forma, cuando una persona acepta al Señor, hay fiesta en el cielo. Dios nos recibe como a hijos, no como a jornaleros. Jesús pagó un precio muy alto para que seamos libres.
La Biblia dice que Dios echa al fondo del mar todos nuestros pecados cuando nos son perdonados, y los olvida para siempre.
Hasta hoy no hay tecnología lo suficientemente buena para llegar al fondo del mar; o sea, que no nos preocupemos: tus pecados están seguros y olvidados.
Pero muchas veces no es nuestra mente la que trae la culpa a nosotros, sino las mismas personas que tenemos alrededor. Muchas veces es la familia la que nos culpa por algo y, aunque nosotros lo hayamos olvidado, ellos nos lo echan en cara cada oportunidad que tienen.
Muchas veces nos han dicho: “Por tu culpa…”, y uno inconscientemente carga el resto de su vida con esa frase resonando en su mente y culpándose por lo sucedido. Hoy es un buen momento para que traigas todas esas frases a tu mente por última vez. Jesús vino a salvar al mundo, no a condenarlo (Juan 3:16-17) y por su sangre nos limpió la conciencia de toda culpa (Hebreos 9:14).
Ministración
Pongámonos de pie y cerremos nuestros ojos. Vamos a entregar todas las culpas que nos han atormentado por tanto tiempo a Dios. Y vamos a pedirle a Jesús que borre de nuestra mente todas esas frases que un día nos marcaron.
Hoy es el momento para que traigas a memoria todas las imágenes que ves en sueños y no te dejan dormir.
Hoy vamos a alzar las manos en señal de entrega y vas a soltar todas esas cadenas que no te dejan ser feliz.
Jesús te da libertad; toma esa bendición para tu vida y empieza a gozar de tu perdón.
El único que te acusa es el diablo; no lo escuches.
Libre del Pasado (nueva criatura)
Introducción
El arrepentimiento de nuestros pecados nos lleva a un cambio real de vida. Como Dios perdono nuestros pecados y nos libro de culpa, ahora debemos cambiar nuestra forma de pensar de sentir y de actuar ante las situaciones.
Debemos saber que el testimonio que ahora existe en ellos, pues Dios ya les perdono tiene poder para transformar más vidas.
Tu testimonio y lo que te sucedió no es el mismo que el de todos, pero debemos que tener en cuenta que siempre habrá alguien a quien podemos ayudar con todo lo que nos paso.
La persona que da esta predica, debe ser una persona que han superado obstáculos y tiene en mente que lo que le sucedió es para bendecir a alguien más.
Objetivo:
Que los hombres sepan que podemos ser hombres distintos si decidimos dejar todo atrás y ser libres de nuestro pasado y saber que todo lo que Dios transformo, nos limpio y nos perdono es para poder ayudar a mas personas y así poder tomar lo malo que nos sucedió para algo bueno que bendiga a mas mujeres.
Aspectos importante de la predica
Los deseos de la vieja naturaleza
Al nacer todo hombre trae una naturaleza pecaminosa, una identidad errónea y unas inclinaciones engañosas. Heredamos en nuestro ser la naturaleza pecaminosa de Adán la cual nos lleva de continuo a hacer el mal, las obras que son contrarias a la voluntad de Dios. (Efesios 2.1-3)
Antes de conocer a Cristo vivíamos para satisfacer los deseos naturales y las pasiones de la carne y de la mente. Esto no implica calificativos morales de esas malas acciones, sino más bien una naturaleza pecadora. Según Efesios 4.17-19, aquellos que están alejados de Cristo andan en la vanidad de su mente con un entendimiento lleno de tinieblas, alejados de la presencia y las bendiciones de Dios, en ignorancia y dureza en su corazón; esto nos llevó a entregarnos a una vida pecaminosa, entregados a impurezas desagradables a Dios.
Esta vieja naturaleza nos ha llevado a pecar, trayendo con elo condenación al mundo. (Gálatas 5.19-21)
Despojándonos del viejo hombre
Efesios 4.22-24 dice: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad” (también Colosenses 3.5-10). Esta renovación implica tanto una decisión como un proceso. Es una decisión absoluta y radical por la cual nos entregamos por completo al Señor, como un proceso de renovación y aprendizaje en el cual se va formando el carácter de Cristo en ti.
En Cristo fuimos muertos al pecado, pues “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él” (Romanos 6.6), de tal forma que ya no obedezcamos a los deseos pecaminosos. Ahora el Espíritu habita en nosotros, guiándonos en la voluntad de Dios y dandonod las fuerzas para obedecerle. Pero debemos seguirle a él y no a los deseos de la vieja naturaleza, tal como dice Gálatas 5.16.
Ministración
Es importante llevar todas las predicas al arrepentimiento, en esta predica debemos ministrar que todos los hombres sean libres de su pasado, tendiendo una renovación en su mente.
Debemos levarlos a decidir ser hombres diferentes y despojarse de la vieja manera de vivir.
Sean renovados en su mente y que sea el fruto del Espíritu Santo el que more en ellas y no el de la carne
Notas de Apoyo:
Canciones:
Renuévame de marcos witt.
Yo quiero ser mas como tu.
O canciones que hablen de cambio de corazón y mente para ser mas como Dios.
Leer el libro de Joyce meyer de: Batalla la mente.