Santidad vs. Religiosidad
Por Estuardo Solares
En su famoso libro Los cinco lenguajes del amor, Gary Chapman explica que cada persona tiene formas específicas de dar y recibir amor: palabras de afirmación, tiempo de calidad, recibir regalos, actos de servicio y contacto físico. Pero, ¿cuál es el lenguaje del amor de Dios? La respuesta es clara: la santidad. Así como nosotros necesitamos expresar y recibir amor de ciertas maneras, Dios se siente amado cuando vivimos en santidad (Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”).
Santidad: Apartados para Dios
La santidad no es perfección, sino un corazón apartado para Dios. En *1 Pedro 1:16*, Dios nos ordena: “Sed santos, porque yo soy santo”. Esta santidad no es un mero ritual externo, sino una transformación interna que se refleja en toda nuestra manera de vivir. Sin embargo, muchos cristianos caen en dos extremos: algunos, por evitar la “religiosidad”, abandonan la santidad y caen en libertinaje; otros, en su búsqueda de santidad, se vuelven legalistas, imponiendo reglas humanas como si fueran mandamientos divinos (*Marcos 7:6-8*).
Religiosidad: Cuando las Tradiciones Reemplazan el Corazón
Jesús confrontó a los fariseos por su hipocresía. En *Lucas 11:37-39*, un fariseo se escandalizó porque Jesús no se lavó las manos ritualmente antes de comer. Para él, el ritual era más importante que la presencia misma de Cristo en su mesa. Los fariseos habían añadido miles de reglas a la Ley de Dios, convirtiendo la fe en una carga insoportable (*Colosenses 2:21-23*). Hoy, muchos hacen lo mismo: juzgan a otros por su apariencia, sus gustos o costumbres, mientras descuidan el amor, la misericordia y la justicia (Mateo 23:23).
La Verdadera Santidad: Amor y Dependencia del Espíritu Santo
La santidad genuina no se basa en reglas externas, sino en un corazón transformado por el Espíritu Santo. En Juan 16:13, Jesús prometió que el Espíritu nos guiaría “a toda la verdad”, ayudándonos a distinguir entre lo que agrada a Dios y lo que no. El Espíritu Santo nos convence de pecado (Juan 16:8), cambia nuestros deseos (Romanos 12:2) y nos fortalece a través de la comunidad (Santiago 5:16).
Conclusión: Santidad que Agrada a Dios
Dios no busca religiosos, sino adoradores en espíritu y verdad (Juan 4:23). La nueva Jerusalén (*Apocalipsis 21:22-27*) nos muestra cómo debe ser nuestra vida hoy: sin templos que reemplacen a Dios, sin ídolos que opaquen Su gloria, sin puertas cerradas ni tinieblas. ¿Qué dice Dios de ti? ¿Eres como Abraham, Su amigo; como Job, Su siervo fiel; o como los fariseos, atrapado en tradiciones vacías?
Hoy, renunciemos a la religiosidad y abracemos una santidad genuina, basada en el amor a Dios y la dependencia del Espíritu Santo.